Quizá la
mayoría de nosotros, jamás hayamos oído mencionar ni siquiera la frase “barrera
cutánea”. Para muchos es un término novedoso, que trataremos de definir y
explicar su importancia en el cuidado y protección de nuestra piel.
Vamos
entonces al grano. Por todos es conocido que los virus y bacterias están
constantemente revoloteando a nuestro alrededor. Incluso viven en nuestra piel.
Pero, nuestra barrera cutánea suele ser capaz de protegernos y evitar que estos
agentes nocivos, así como las agresiones del medio ambiente de tipo física, química
o biológica, entren en nuestro cuerpo. Además, impide la pérdida de agua y
electrolitos.
¿Cuál es la
condición para que esto no ocurra? Que la barrera cutánea preserve toda su
integridad, es decir, que no haya sido afectada por lesiones. Un claro ejemplo
de pérdida o disminución de la protección lo tenemos en microtraumatismos como
la depilación y resequedad de la piel, entre otras. En el peor de los casos,
las quemaduras implican la pérdida total de la barrera.
La “barrera
cutánea” se localiza en el estrato córneo, que es la capa más visible de la
epidermis. Es allí donde las células que han perdido su núcleo reposan a la
espera de ser eliminadas, aunque conservan sus membranas celulares, éstas
últimas compuestas por lípidos para impedir que el agua se escape de nuestra
piel. A su vez, estas grasas se componen de un 50% ceramidas, 25% colesterol y 15%
ácidos grasos.
Imagen: Terriana-Fotoelia |
Dra. Ingrid Rivera
Unimel
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